martes, 4 de diciembre de 2012

Zitarrosa canta a Garrincha

Un futbolista único, un jugador del que dicen ha sido el mejor regateador de la historia. Mané Garrincha "alegria do povo", la alegría de pueblo, cómo se conocía a este genio, que enardecía y enloquecía no solo a estadios enteros sino a todo un pueblo.

Este mago del balón logró que el regate ascendiera al peldaño de arte, era un malabarista del balón, los defensas rivales, solo podían mirar atontados la magia que salía de sus deformes piernas. Era un maestro del engaño, escondía la pelota y la mostraba cómo si el fútbol solo fuera, lo que siempre fue para él, un juego.

Este futbolista con nombre de pájaro bobo y feo, conoció la gloria, mejor futbolista en su puesto en el mundial del 58 y el mejor jugador del torneo en el mundial del 62.

Sin duda la suya fue una vida de ida y vuelta, creció en la miseria y desde pequeño parecía imposible que llegara a ser futbolista, debilitado por el hambre y la enfermedad, con la columna torcida, una pierna mas corta que otra, zambo y una mente como la de un niño, o eso parecía, alomejor solo le gustaba vivir sin preocupaciones, cómo si aun fuese un niño. Triunfó y fue la "alegria do povo". También necesitaba la gloria fuera del campo y tal vez por eso vivía para la noche, el alcohol y las mujeres. Mientras estuvo en la cumbre todos le adoraron, pero cuándo todo eso acabó Garrincha murió sólo, enfermo y en la pobreza. 

Posiblemente nadie haya plasmado, en una canción, el fútbol de un genio, cómo Alfredo Zitarrosa lo hizo con Mané Garrincha. Una canción que este gran artista uruguayo dedica a otro gran artista, pero con los pies.





Lo lleva atado al pie, como una luna atada al flanco de un jinete,
lo juega sin saber que juega el sentimiento de una muchedumbre,
y le pega tan suave, tan corto, tan bello,
que el balón es palomo de comba en el vuelo,
y lo toca tan justo, tan leve, tan quedo,
que lo limpia de barro y lo cuelga del cielo,
¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente!

Lo lleva unido al pie, como un equilibrista unido va a la muerte,
lo esconde –no se ve–, le infunde magia y vida y luego lo devuelve,
y se escapa, lo engaña, lo deja, lo quiere,
y el balón le persigue, le cela, le hiere,
y se juntan y danzan y grita la gente,
y se abrazan y ruedan por entre las redes,
¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente!

¿Quién se llevó de pronto la multitud?
¿Quién le robó de pronto la juventud?
¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón?
¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón?
¿Quién le llenó su copa en la soledad?
¿Quién lo empujó de golpe a la realidad?
¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez?
¿Quién le gritó en la cara: –Usted no es nada, ya no es usted?
Ya no es usted, señor, ya no es usted.

El último balón lo para con el pecho y junto al pie lo duerme,
lo mira y sólo ve cenizas del amor que estremeció a la gente,
y lo pierde en la hierba, lo deja, lo olvida,
no lo quiere, le teme, no puede, no atina,
y se siente de nuevo enterrado en la vida,
y el balón se le escapa entre insultos y risas,
¡y se enfurece la gente, y le abuchea la gente!

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